“El valor del Proyecto Educativo de nuestra Universidad, está en el hecho de que incorpora a todos los objetivos académicos tradicionales de la educación superior, el propósito de reafirmar el valor de una cultura y un ethos que busca promover y cultivar principios, valores y virtudes que ayuden a que cada persona que sea parte de nuestra comunidad universitaria, llegue a ser más prudente, más justa, más templada, más fuerte, más leal, más generosa, más solidaria, más perseverante, más responsable, más ordenada, más agradecida, más paciente, más austera y sobria, más sencilla, más respetuosa, más optimista, más humilde, con más disciplina, con más coraje y fortaleza, en una frase, a ser más dueña y responsable de sí misma y, por lo mismo, verdaderamente capaz de buscar el bien común”.
Para quienes hemos visto personas brillantes, fantásticas, apagarse, consumirse por el fracaso, extenuados, algunos haciendo el trabajo de profesores titulares semi ausentes, recibiendo por años una miseria de pago de parte de universidades como la USS.
Para quienes incluso lo lograron y son académicos, funcionarios universitarios debidamente contratados y remunerados, después de caminos difíciles, de pérdidas, de separaciones, de atravesar la depresión.
Para quienes les amamos y acompañamos en algún tramo del proceso.
Para quienes no logramos completar alguna etapa para que se nos abra la sagrada puerta al mundo académico y nos machaca todavía la culpa a ratos.
Para los que venimos de familias que se privaron, que se quebraron, que nos dieron -a costa de sacrificio- educación, como lo más importante que se nos debía dar en la vida.
Para quienes terminaron de pagar y quienes todavía no lo consiguen, pero cumplen sin excusa, convencidos de que es lo que corresponde.
Para cada persona que no logra una oportunidad y se le dice que es porque no se esfuerza lo suficiente, sin darse el tiempo de conocer su historia.
Para nosotras las mujeres y nuestras familias, amigos, profesores y compañeros de Universidad que superaron o no esa etapa, la de convertirnos en profesionales, en magister o en doctores, la de hacer un diplomado para perfeccionarnos, combinando el trabajo y el estudio.
Para las que parieron y criaron estudiando, para las que tuvieron que volver a casa. Para quienes quedamos llorando la partida de quien no lo soportó.
Para muchos chilenos, lo de la Universidad San Sebastián y sus sueldos millonarios a funcionarios y docentes que no logran acreditar una trayectoria, un desempeño que justifique dichas remuneraciones, es un asunto personal. Y no tenemos relación directa con la institución, no pisamos jamás una de sus sedes.
Basta conectar con las vivencias de personas comunes, con las propias, con ese nosotros de una mañana cualquiera en una micro en Temuco, en Puerto Montt, bajando de Alto Hospicio o rumbo a San Joaquín. Empatizar con un carnicero, con la mesera, con la colega agobiada por la mensualidad de sus hijos.
Se nos espantó el sueño y desde ayer no pensamos, no hablamos de otro asunto, porque nos pasó por encima una avalancha de recuerdos.
Chadwick y los cuatro hijos contratados por la USS, Sichel negándose a renunciar de manera discreta el mes pasado, los $17 millones de sueldo a Cubillos y la jornada de 22 horas de Schalper incompatibles por ley con ser Diputado, entre los datos de la última edición El Mostrador Semanal, aportados por una fuente al interior de la Universidad probablemente asqueada de ver circular pagos mensuales a trabajadores fantasmas.
Incrédula me pregunto ¿Es que acaso no hay algo distinto a aprovecharse de las demás personas que sepan hacer?
A esto se han dedicado una vida entera ¿En serio?
¡Y qué vergüenza las explicaciones ofrecidas!
¡Más vergüenza todavía el silencio de los que siguen escondidos! quienes perciben que no nos merecemos una rendición de cuentas.
Puede que logren zafar del castigo, como es habitual.
Sin embargo, no nos es indiferente lo que ocurre, porque este manotazo es a ese anhelo profundo de nuestras familias de que seamos mejores, para eso es la educación en miles de hogares. Aunque cueste llegar a fin de mes, la educación se nutre y se honra, siempre.
Entonces, han vuelto a cruzar un límite, esta vez, luego de ocupar los más altos cargos de la nación. Juramento solemne mediante, llegaron a ser ministros de Estado (Marcela Cubillos fue Ministra de Educación), de la Corte Suprema, Subsecretarios, Diputados, Fiscales.
Me acuerdo de un chico que, durante la pandemia, al volver a clase a su liceo en Puente Alto, murió electrocutado. El empeño era que volvieran a clase, en qué condiciones, un asunto secundario.
Conocieron de las miserias de Chile, pudieron aliviarlas, al menos hacer el intento cuando en sus manos estuvo además la billetera y el poder.
En lugar de ello, han resistido a cambiar, a mejorar lo público, han hecho trampa, han favorecido a los suyos y a sí mismos. Han inventado excusas, han mentido y engañado para que se mantenga inalterado el tablero, como les acomoda, para seguir predicando fervorosos el fin de la delincuencia común en público, exigiendo que no digamos palabra sin antes ¡Condenar la violencia!”, mientras sin pudor, presumiendo cargos sofisticados, se ganan la vida a costa de otros, inventando historias de calidad, de formación valórica. Una cáscara brillante, refinada, vacía, para ocultar sus objetivos de malandras.
Teniendo acceso a los mejores lugares para formarse no retuvieron ni lo básico, como, por ejemplo, que docencia suena parecido a decencia. Porque no se educaron para ser mejores, no lo necesitan, no les importa.
El mejor sueldo del mundo como docentes, sin serlo, como funcionarios universitarios sin trabajar, es de las maneras más ordinarias de financiamiento de la que nos hayamos enterado. Porque siguiendo el dinero, llegamos a familias, muchas humildes, a jóvenes que trabajan para costear sus estudios superiores, llegamos al Estado y en una menor proporción a empresas donantes. Entonces, sí toca rendir cuenta queridos, porque se trata de recursos públicos principalmente.
Eso importó cero a la hora de aceptar la oferta, de cobrar sin merecer siquiera una parte. Y así, borrada de un plumazo la memoria reciente de aquello que nos tocó vivir estos últimos cinco años, pasaron por caja y con absoluta “Vocación de Excelencia” desde luego, tomaron -una vez más- la ruta torcida para terminar, más dueños de Chile, irresponsables de sí mismos, verdaderamente incapaces de buscar el bien común.