Espero que la señal que envío Dios a los buenos y honestos cristianos, a esas señoras que jamás le han hecho daño a nadie, que no se pierden por nada la misa cada domingo, que toda su vida han sido correctas, fieles, amorosas con los suyos y con el prójimo, abnegadas, de cuya boca no sale un garabato y que religiosamente cada tarde noche -rosario en mano frente a una imagen bendecida de la Virgen , Santa Rita o Santa Teresita- rezan por la unión y la paz de esta Patria…
Que esas personas que respetan sin chistar a la autoridad de turno porque es lo que se debe hacer y entonces no logran entender tanto malestar, violencia y disconformidad, ni a las Tesis ni a Mon, ni a la Mónica González ni a la Matus; que aún habiendo docenas de testimonios como los de Hamilton, Cruz y Murillo, no incorporan la posibilidad de una Iglesia abusadora y encubridora…
Que esa última facción de gente honesta pero también infinitamente ingenua, complaciente y en algunos casos hasta manipulada, hayan podido capturar el significado del funeral de Bernardino. Con él, ha muerto el discurso…
No importa si se faltó a dos o diez puntos del protocolo, si mañana Paris logra sentar en su matinal a los 3 curas y a 6 los músicos para que declaren que estaban ahí por iniciativa propia.
Ha muerto el discurso de una elite clasista, tramposa e inmoral. ¡Abre tu jardín… Es día de fiesta, hoy es día de vida!